Hoy, mientras estaba en una Sex Shop con mi novia, ¡sorpresa! ¡Vino la regla! Me pilla desprevenide pero mi novia es más inteligente que yo y va equipada con tampones y compresas. Decidimos pasar por una tienda de ropa y comprar ropa interior ya que la que llevaba en ese momento estaba llena de sangre. La compro. Voy a la entrada a desinfectarme las manos, vamos a los probadores y ahí me quito el pantalón, la ropa interior y me pongo rápidamente el tampón.
Cuando termino de introducirlo, mi mano está llena de sangre. ¡Suerte que tengo pañuelos y me limpio como puedo! Con muuucho esfuerzo, conseguí quitarle la etiqueta a los trunks que acababa de comprarme. “¡Qué bien estaría llevar unas tijeras encima!” pensé. Puse la compresa en el trunk como pude y me subí el trunk. Fue entonces cuando me di cuenta de que la compresa estaba asomando por el lado izquierdo en mi pierna. Me volví a quitar el trunk y ya estaba lleno de sangre. ¡Mierda! Y encima mi vulva había estado en contacto con una prenda íntima que estaba sin lavar. ¡Joder, espero no pillar ninguna infección! Me parecía demasiado pedirle a mi novia que me comprara otro trunk mientras yo esperaba en el probador. “¿Qué pensarán les trabajadores que estaban controlando los probadores? ¿Creerán que estoy robando? Pero aún tengo el ticket de compra…” pensaba mientras intentaba volver a ajustar la compresa como podía al trunk, esta vez ya manchado de sangre. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
Cuando terminé con toda esta parafernalia y empecé a recoger las cosas del probador, intenté pensar en cuánto tiempo había pasado desde que entré, en si era un tiempo normal de probarse ropa. Estaba sudando por los nervios, por el lío y porque con la mascarilla FFP2 no podía respirar lo que necesitaba. Salí del probador intentando poner ojos (no cara, porque con la mascarilla no se ve) de persona inocente, de persona que no ha robado nada ni pretende hacerlo. Pero era difícil ocultar el dolor que ya me estaba provocando la regla junto con el sudor de toda la situación y las ganas de volver a la entrada de la tienda y utilizar el desinfectante de nuevo. Salí del probador, miré a les trabajadores y rogué por que no me pidieran ver qué había en mi mochila por si había robado algo (verían cosas interesantes por lo que acababa de pasar) ya que salía del probador sin ninguna ropa en la mano. Pero no dijeron nada. ¡Menos mal! Mi novia, pacientemente, esperaba en el sofá en el que se sienta la gente que odia ir de compras mientras la persona que acompaña se va probando cosas. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
Salimos de la tienda de ropa y me moría por tomarme analgésico porque ya me empezaba a doler de manera moderada. Conozco mi cuerpo: si no me tomo la pastilla, el dolor será mortal en cuestión de media hora y llegaría al punto de pedirle a mi novia que me matara para que acabase mi sufrimiento. Sí, he querido morir más de una vez por el puto dolor de regla. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
Pero tengo que comer algo antes…y, ¿qué había junto a la tienda de ropa? ¡Pizza! ¿Pizza? ¿A las 10:40 de la mañana? Sí, un puto trozo de pizza a las 10:40 de la mañana. ¿Os digo la verdad? ¡Me sentó de maravilla! Y la pastilla que me tomé justo después, ¡aún más! Y ahí me veis: tomando un trozo de pizza seguido de un analgésico a las 10:40 de la mañana en la calle más concurrida de Viena con un tampón, una compresa, un trunk manchado de sangre y otro trunk hiper manchado de sangre debidamente doblado y guardado en mi mochila. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
Me despedí de mi novia, iba camino de casa en el transporte público y, de repente, me puse a llorar. ¿Por qué? Pues no había ningún motivo aparente: había pasado una mañana muy bonita con mi novia, me acababa de comprar un libro nuevo, un libro de psicología infantil que me ayudaría a comprender mejor los traumas por los que algunes niñes de mi trabajo están pasando. No tenía motivo aparente para llorar. Pero estaba llorando. Las lágrimas se acumulaban por encima de la mascarilla que, graciosamente, rechazaba absolverlas. Pero nada podía frenar la catarata de mocos que estaba ocurriendo dentro de la mascarilla. ¡Mierda! Me fui a pillar otro pañuelo. Al bajarme la mascarilla, los mocos hicieron una hermosa presentación visual a todo el que, en ese momento, le diera por mirarme. Entonces me di cuenta de que las lágrimas empezaban a caer por la cara, ¡aquellas que estaban siendo retenidas por la mascarilla junto con las nuevas! ¡Mierda! Un pañuelo no bastaba para limpiar todo aquello, cogí otro. Ya en este punto empecé a notar varias miradas en mi nuca. Quería, de alguna manera, hacerle saber a todes les transeúntes que, todos estos “síntomas” que estaba teniendo, no eran de Covid. Me había hecho un test recientemente y había dado negativo. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
A la hora en la que llegué a casa estaba ya reventade. La perra que cuido se volvió loca como siempre cuando me vio aparecer por la puerta. Tenía muchas ganas de salir a la calle. Pero le dije: “lo siento, guapa. Estoy reventade. Necesito descansar.” Notó mis lágrimas y empezó a darme lametazos por toda la cara y los brazos. Después de varios achuchones con la perra que dan esos chutes de energía, fui a lavarme bien esos lametones y lidiar con todo el desastre ocurrido en el probador de la tienda de ropa. Me fui a la cama y me acosté casi una hora. Intentando relajarme hasta que fuera hora de pasear a la perra antes de ir al trabajo. Conseguí descansar, sí. Pero cuando sonó el despertador no me lo podía creer: ¡necesitaba descansar muchísimo más! Pero ahí paseé a la perra como pude mientras bostezaba y bostezaba y no dejaba de bostezar. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
A estas alturas, decidí que debería cancelar la cena en un restaurante que había organizado para conocer a un potencial nuevo amigo, un chico trans (para quien no lo sepa: he perdido la mayoría de mis amistades desde que salí del armario como trans en septiembre del año pasado y me encuentro en búsqueda de nueves amigues). Porque no era yo hoy. No lo estaba pasando bien. Le conté que en lo que llevaba de día había gritado a una persona, me había peleado con otra por Whatsapp, había llorado varias veces y en el momento en el que le estaba contando todo esto, me sentía con un humor de perros: como si estuviera con la escopeta cargada por cualquier tontería que pasase, escopeta cargada tanto para enfadarme como para llorar. Este nuevo potencial amigo me dijo unas palabras tan reconfortantes que tuve que llorar: “tus sentimientos son válidos. Si tuvieses dolor de cabeza, tendrías claro que necesitas estar sole y descansar, lo mismo con la salud emocional” Y muchísimas más cosas bellas que me hicieron llorar aún más. (Sí, soy de lágrima fácil, aunque, a estas alturas, no os cuento nada nuevo). ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
Fui a trabajar. A los 10 minutos, un niño me dijo “Saray, algo raro te pasa hoy”. Le conté que tenía la regla y no me encontraba del todo bien. El niño me dijo que no sabía qué era eso y le dije que simplemente me dolía la barriga y me tuve que tomar una pastilla para el dolor y que hoy no estaba muy concentrade. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
Y, entonces, cada vez que tengo estas reglas locas, tengo el mismo pensamiento: ¿Por qué? ¿Por qué se espera de una persona que está sangrando, que tiene los nervios y las emociones a flor de piel, que siente como si le clavasen mil cuchillos en los ovarios, trabaje como si nada? ¿Por qué se espera que trabaje en tales condiciones al 100% de mis habilidades? ¿Por qué tenemos que incluso esconder que nos sentimos así? Una vez avisé a una compañera de trabajo que estaba pasando una regla muy mala y que, por tanto, tuviera un poco de paciencia conmigo. ¿Su contestación?:
“¿Por qué hablas de eso abiertamente? ¿Y más aún delante de un compañero varón?”
¿Que por qué? Pues por el mismo motivo por el que lo estoy escribiendo ahora: ¡PORQUE ES REAL! ¡Pasa! ¡Y a muches nos vuelve gilipollas! ¡A mí hoy se me han olvidado palabras en alemán, en inglés y en español al hablar! El Code Switching es siempre habitual en mí pero ¡hoy ha sido hardcore! Les niñes se reían con las estupideces que decía. Nos lo tomamos con humor…ok. Me encanta reírme. Pero de alguna manera la sociedad nos sigue pidiendo que nos callemos. ¡Coño, pues yo no me callo! ¡Estoy harte de callarme!: La menstruación existe. A muches nos vuelve estúpides y es imposible que podamos rendir igual en el trabajo. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
Imagina que sientes que te clavan 1000 cuchillos en la barriga. las lágrimas te salen solas de los ojos, sin pretenderlo, y encima tienes que fingir que no pasa nada. Tienes que escuchar a gente que te dice “Bah…yo también la tengo y a mí no me pasa nada!” “¡Bah, cómo sois! Yo me rompí la muñeca el mes pasado y con mucho dolor vine a trabajar y ¡no me quejé!” “Venga, sonríe, que los padres van a creer que te maltratamos aquí”
¡”SONRÍE” MI CHOCHO MORENO! El día que nos sentimos así deberíamos tener el derecho POR LEY de tomárnoslo de descanso. ¿Que por qué la gente se ríe con esta sugerencia? ¿Que por qué esta ley aún no existe? Porque la mayoría de las personas que toman este tipo de decisiones son hombres cis y no tienen ni puta idea de por lo que pasamos las personas menstruantes. ¡Si la gente que pasaba por ahí supiera!
¡Si la gente que pasaba por ahí supiera! ¡Si la gente supiera! La gente no puede saber si no se habla. Y por eso hablo. Pero muchas personas no quieren hablar. Soy consciente de que lo que he escrito aquí hoy es muy íntimo. Y soy consciente de que me ha costado contarlo porque he mamado de la sociedad que estas cosas no se cuentan, que se quedan en la intimidad. Pero es mi filosofía que solo lo que se cuenta, se sabe. Y es por eso que lo cuento. Por mí y por todas las personas menstruantes habidas y por haber. ¿Si la gente supiera? No. Ya lo sabéis. Os lo hemos contado. ¡Ayudadnos! ¡Apoyadnos! ¡Apoyadnos con comprensión y apoyando a que más gente diversa como mujeres (¡tanto cis como trans!) y hombres trans y gente no binaria estén en posiciones de poder haciendo leyes! Para que se nos vea. Para que ya no digamos: “¡Si la gente supiera!” Ya lo sabéis. No hagáis la vista gorda. ¡Os lo estamos contando! ¡Lo sabéis! ¡Escuchad y actuad en consecuencia!”
P.D.1: ¿Qué por qué me pongo trunks y no bragas que es para lo que las compresas están hechas? Probad el trunk y lo entenderéis.
P.D.2: Probad cosas nuevas. Cosas, que por vuestro género asignado, nunca habéis probado antes. Como un desodorante en la sección de hombres o esa camiseta de la sección de mujer…¡descubriréis un mundo nuevo dentro y fuera de vosotres mismes!
PD.3: Consejo que todes tenemos claro pero no todes ponemos en práctica: ¡RODÉATE SOLO DE QUIENES TE MUESTRAN APOYO Y COMPRENSIÓN! ¡QUE NADIE CUESTIONE TUS SENTIMIENTOS!
¡Eres válide tal y como eres!
Saray Cárdenas,«elle/le», es educadore infantil, actore y escritore. Se dedica a la educación infantil donde, afirma, es donde se puede producir el cambio ya que les niñes no han tenido tanto tiempo de aprehender lo que la sociedad impone por inconsciente inercia. Está convencide de que es mucho más fácil aprender que desaprender. Ofrece, tanto en su vida privada como laboral, una atmósfera de diversidad y aceptación del ser tal y como es.